Imagina por un
momento que la realidad es todo lo que existe, lo que podemos tocar, sentir,
oler, ver y oír. La realidad sería sólo el producto de nuestras emociones, lo que
alcanzan a percibir nuestros sentidos. Pero, recuerda que no somos solamente
seres que sentimos: también pensamos, unos más que otros. Entonces, imagina que
la realidad, aparte de ser lo que existe, también es lo que no existe. ¿Cómo es
eso?
Muy sencillo:
Supongamos que en mi mente, la idea de que los ovnis existan es real y
verdadera. Al mismo tiempo, puede ser que para otra persona, que vive apartada
de la civilización, la palabra “ovni” pueda resultar falsa e incluso
desconocida. En este segundo caso, para esa persona, la idea de ovni no existe:
no la puede comprender, no la conoce, le es extraña, nunca ha pensado en ello,
e incluso, si es que lo ha hecho, seguramente llegará a una conclusión diferente
a la nuestra. Aquí cobra sentido la frase: la realidad que existe para mí, al
mismo tiempo, no existe de la misma forma para otras personas.
¿Esto quiere decir
que la realidad es subjetiva? Por supuesto. Lo puede ser en el ámbito emocional
como racional. Recordemos por ejemplo que un sordo o un ciego, incluso un
daltónico, van a percibir la realidad de forma completamente diferente a la nuestra.
De la misma forma, todos pensamos de forma diferente. Sin entrar en muchos
detalles, la mayor diferencia que puede encontrarse entre la “forma de pensar” de
dos personas, sería los distintos grados de importancia que le asignan a lo mismo.
Por ejemplo: una mujer siente que el contacto físico es más importante que las
palabras, por lo que va a actuar de forma totalmente diferente y va a entender
gestos de forma contraria a un hombre que piense que las palabras son más
importantes que el contacto físico.
Entonces, ya
tenemos una base estable para poder modificar la realidad a nuestro gusto,
aunque sea para que se acomode a nuestra forma de pensamiento. Esto se puede
aplicar a construcciones teóricas, a formas de entender la vida, a la política,
a la economía, historia, psicología, etc. En parte, es bastante peligroso hacer
esto para cualquier tipo ciencia social (sociología, política, economía, historia,
teología, filosofía, etc). Pero es inofensiva, e incluso necesaria, para las
artes. Así que, mientras apliquemos estos principios a la construcción de una
realidad ficticia, con fines únicamente de entretenimiento, no debería existir
ningún problema.
Partamos de observar
algo de nuestra realidad: todos tenemos una madre y un padre (no me refiero a
la frase popular “madre hay una sola”). Esta es la realidad para la mayor parte
de la población, para poder entendernos. Pero, para nosotros mismos, esta
realidad puede ser completamente diferente. Puede ser que no tengamos ningún
padre o madre, o que tengamos muchos. A esta creación le agregamos una
explicación que parezca razonable, ¡Y ya está!, tenemos una realidad modificada
que nos sirve para imaginar lo que queramos, y es perfectamente válida, aunque
sea sólo para quien la crea. En nuestro ejemplo, supongamos que existen muchos
padres y madres para cada uno de nosotros. La explicación de esto no sería de carácter
biológico (esta idea parece descabellada incluso para mí), sino más bien cultural:
le cambiamos el significado a madre y padre por el “tutor”, es decir, alguien
que nos ha criado, enseñado, protegido o ayudado en nuestra época de aprendizaje
(niñez y adolescencia). ¿Se imaginan que todos llamemos “padre” a nuestro profesor
de colegio, a nuestros abuelos, tíos, papás, hermanos mayores, amigos de nuestros
padres y conocidos? ¿Tendremos el mismo vínculo de cariño con todos esos “papás
y mamás”? Plantearse preguntas es otro método bastante eficaz para darle más coherencia
a nuestra realidad modificada.
Por último queda
decir: ¿es suficientemente coherente la realidad misma, la que te enseñan tus padres,
la que la sociedad acepta como valida? Al parecer es irracional, es decir, no coherente,
no apta para nuestros esquemas mentales, diferente a lo que mente humana puede
concebir, o quizás es porque la realidad misma es tan compleja que no alcanza una
vida para comprenderla completamente. Es decir, nuestra realidad modificada va
a tener mucho más sentido que la realidad misma, pero para nosotros mismos. Entonces,
¿la faena de modificar la realidad no suena ante las mentes idealistas, como
yo, una faena maravillosa que debe ser realizada?
¿Qué te parece que apliquemos
estas reglas para crear nuestra propia realidad? ¿Qué ideas se te ocurren?
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