miércoles, 9 de marzo de 2011

Proyecto perfección (2100) (cuentos) [1]

I.- Introducción

Se ve a lo lejos una tierra azul, verde, amarilla y blanca.

Acercándose un poco más se observa todavía al gran de­sierto del Sahara hasta su máxima extensión, alcanzada en el año 2014. En el centro exacto del Sahara, existe una inmensa montaña, con aspecto en realidad de torre, con sus bases cubiertas de arena amarilla. Superando los 549 metros de altura la torre se transforma en una estructura de suelo de tierra, cubierto de vegetación silvestre, ríos y praderas. Es un techo botánico, compuesto por un completo biosis­tema, con animales, aves volando, nubes que se mantienen sobre la torre de forma tal que misteriosamente forman un cono, sin sobrepasar en ningún momento la forma, como si exis­tiese una barrera invisible.

Cuando ya estés dentro de la atmósfera, verás el cielo azul, limpio, sin rastros de la terrible concentración de dióxido de car­bono del 2019, con mares azules, una gran cantidad de ballenas, tierra completamente verde y rebosando de vida, montañas relucientes, cubiertas nuevamente de la nieve de la que fue despojada en el 2018. Es una tierra preciosa.

Al aterrizar en la sabana africana me doy cuenta que el ambiente natural volvió a ser como lo mostraban los viejos docu­mentales del 1980 al 1990 que cuando pequeño me mostraban mis padres a la hora de tomar el té. Aunque se veían con una increíble baja calidad, podía apreciarse en su mayor esplendor la variedad y hermosura de formas de vida que ya no existen. Nosotros en los años posteriores al 2000, no supimos apreciarlos y los extinguimos especie tras especie

Cuando bajo de la nave espacial, ya en mi planeta natal, me siento por fin tranquilo y contento, aquí pertenezco. Inflo mis pulmones, no solo de aire; sino también de energía y vitalidad. Desde hace 389 días que no veía mi planeta favorito. Siempre que estoy aquí veo renovado el espíritu que me impulsó a realizar mi viaje por el universo. Un viaje en busca de otro planeta que pudiese igualársele. Un viaje en busca de alguna otra tierra. Quizás nunca lo consiga, los demás planetas son tan diferentes. Pero nunca pierdo las esperanzas.

La verdad es que estudiar durante tantos años la anti-mate­ria, para lograr superar un 0,015% de producción de energía (lo que me dio muchos dones, o como le decían nuestros ancestros de principios del siglo XXI: Dinero), no me sirvió tanto para llenarme el corazón de un júbilo in­terno como el que experimento al estar en la intemperie.

Que se pudran las inyecciones de anti-energía para conseguir fuerzas, prefiero cazar, recolectas o cosechar, alimentarme, ganar calorías, sentir el viento natural, ver los in­mensos paisajes de la tierra deshabitada del hombre, com­partir con otros viajeros, comer bajo el sol. En fin: ser un aventurero.

Nunca antes había comprendido cómo la gente de antes del 2010 era feliz; ahora siento su energía, siento el pasado que grita en mi interior. La verdad es que si alguien del 2010 leyese alguna vez este artículo publicado en el diario del sistema solar, no comprendería nada. Pero deberían saber que en el año 2099 la gente puede gozar de una vida infinita, en otras palabras, elegir cuando morir. No necesitar alimentarse pues las inyecciones de anti-energía nos pro­porcionan todo lo que necesitemos para vivir y otras cosas más que sería difícil de explicar.

Bueno, a lo mejor no comprenderían cuando les hablo de algún anti-algo, pues pocas personas en esa época conocían de la anti-materia, o la inmensa liberación de energía que se produce cuando entra en contacto con la materia, ani­quilándose mutuamente para convertirse ambas en energía, lo que alimenta las maquinas súper gastadoras de la actualidad, el sistema de mantenimiento de la ciudad de New Tokio, una inmensa torre en medio del desierto donde habita la humanidad.

Menos se imaginaban que ese potencial de producción de energía iba a permitir que surgieran procesadores tan avan­zados que permitiesen trasladar átomo por átomo de un lugar a otro para ponerlo exactamente en el lugar que le corresponde, descubriéndose la tele transportación.

Obviamente, gracias a esto, se podía reordenar la estructura de los átomos de las personas para producir cambios esté­ticos radicales y en el ámbito de la salud, poder restaurar las partes dañadas de nuestro cuerpo, logrando así la vida infinita, e incluso el devolverle la vida a una persona, lo que le dio al hombre una capacidad sin precedentes de control sobre la vida. Para que contar la cantidad de manifestaciones religiosas y morales de todos los tipos que aparecieron como respuesta a la creación de este invento en 2080. Además, no faltan los que se creen dioses.

La verdad es que aunque ese tipo de vida es cómoda, es más emocionante el salir y explorar el mundo, recorrerlo, sudar de verdad, sentir el peligro y temer a la muerte. He decidido que esta es una buena forma de morir, aunque ya sé que en realidad cuando muera, crearan otro humano distinto mío para mantener la población exacta de la tierra. Esta constante cantidad de personas (un poco más de 800 millones, si no me equivoco) hace posible que toda la humanidad viva en esa torre llamada New Tokio y de esta manera dejar libre al planeta de estos seres que la destruían.


Escrita en el 29 de octubre del 2099 por Juy Fey Rodríguez.

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